domingo, 12 de febrero de 2012
El enigma del taller de Leonardo
El hallazgo de la gemela de la 'Gioconda' lleva a preguntarse sobre Da Vinci
Su taller funcionaba como 'fábrica' de obras de arte por encargo
Era habitual que los alumnos pintaran réplicas en paralelo al maestro
El estudio lo componían jóvenes que solían mantener relaciones con Leonardo
En el taller podían hallarse artilugios, planos, hornos, así como restos humanos
Elena Mengual | Madrid
El hallazgo entre los fondos del Museo del Prado de una 'gemela' de la 'Gioconda', una réplica de la obra pintada por un discípulo de Leonardo Da Vinci mientras éste ejecutaba la obra original, lleva a preguntarse si no habrá otros tesoros salidos del taller del genio renacentista. Su funcionamiento sigue rodeado de misterio, como tantos otros aspectos de su biografía.
Parece claro que tras formarse durante casi una década en el estudio de Verrocchio, Da Vinci decidió establecerse por su cuenta en 1477, y puso en marcha su propio taller en Florencia. Se trataba de una ‘bottega’ que producía obras por encargo bajo la influencia y directrices del maestro, y que alternó ‘sede’ en Florencia y Milán.
Según explica el historiador británico Charles Nicholl en ‘Leonardo, el vuelo de la mente’, algunas de las obras eran pintadas casi en exclusiva por Leonardo; otras eran ejecutadas por ayudantes que trabajaban bajo su supervisión, con intervenciones y correcciones ocasionales del maestro. De hecho, algunos de los contratos firmados establecían una distinción económica: una obra del maestro se pagaba más cara que una de sus discípulos. A menor intervención de Da Vinci, menor precio.
Los estudios también concluyen que era habitual que los ayudantes trabajaran a partir de una plantilla original del maestro, en pintura o cartón. En otras ocasiones, creaban con mayor libertad, pero siempre dentro del estilo que identificaba la ‘marca’ de fábrica del taller de Leonardo.
Como en el caso de la recién hallada réplica de la ‘Gioconda’, era frecuente el uso de una obra del maestro para copias posteriores (o simultáneas) de los alumnos, y en algunas ocasiones sólo han han llegado a nosotros las réplicas. Sucedía a menudo que Leonardo comenzaba una obra, que después terminaban sus discípulos. Otras veces, se reaprovechaban lienzos, o se añadían elementos de trabajo colectivo.
Leonardo y sus pupilos
En cuanto a los aprendices, se trataba de jóvenes, muchas veces de origen humilde, que entraban en el taller como ayudantes; a veces prácticamente eran adoptados por el maestro. Existía otra categoría -más alta- dentro de los pupilos, constituida por pintores ya formados que trabajaban en el taller como asociados de Leonardo.
Da Vinci era muy estricto con las normas del estudio, como la que prohibía utilizar lápices o colores a sus alumnos antes de los 20 años. Así, los menores de esa edad sólo podían trabajar con un estilete de plomo. Las que no están tan claras eran las normas que regían la conducta y relaciones dentro del taller. Algunos historiadores han tildado a los aprendices, a los ‘Leonardeschi’, de ‘panda de adolescentes’ alrededor de Leonardo. Parece claro que el maestro mantuvo relaciones afectivas con varios de sus alumnos, como Zoroastro, al que Da Vinci se refería como ‘Maestro Tommaso’, y que compartía con Leonardo su afición por la ingeniería, la alquimia y el vegetarianismo.
Aunque nadie sabe realmente cómo era el taller de Leonardo, además del espacio dedicado a la pintura, cuentan las cartas de la época que él se trabajaba con fuelles y plomo derretido para hacer figuras, así como con pasta seca para fabricar gemas. Un horno de ladrillo se utilizaba para destilar y separar elementos, y podían encontrarse elementos tan dispares como una serpiente en ámbar o dientes de hombres ahorcados.
Autopsias y estudios de anatomía
Los restos de cadáveres no eran algo ajeno al taller de Leonardo. Éste asistía con frecuencia a autopsias, que dibujaba profusamente. También diseccionaba cadáveres de delincuentes, que compraba en hospitales y morgues, para observar la forma en que se doblan y estiran los músculos y articulaciones humanas. Asimismo, concluyó, tras analizar cerebros húmanos, que éstos forman parte del sistema nervioso. No era raro tampoco encontrar vísceras de cerdo en el estudio, que ayudaban al artista a recrear con todo detalle venas, arterias, ventrículos...
Por otra parte, parece claro que los discípulos realizaban sus propias mezclas de pigmentos, en general procedentes de minerales, huevo, aceite y otros ingredientes para obtener la pintura. Era habitual que dedicaran horas a la mezcla antes de afrontar el cuadro, pues existía la convicción de que, cuanto más rica fuera la mezcla, mejor sería la pintura. Los pinceles también eran obra de los propios artistas, que empleaban piel de ardilla y plumas de ganso.
Leonardo contaba en su taller con una cámara oscura, que utilizaba para sus experimentos de una rudimentaria fotografía. Valiéndose de lentes y velas, realizaba sus estudios. Apartado especial era el ocupado por los artilugios diseñados por el maestro, muchos de ellos pensados para cumplir con la idea de Leonardo de que el hombre está destinado a volar. El artista observaba durante horas el vuelo de pájaros y murciélagos, que plasmaba en dibujos que posteriormente daban lugar a planos y bocetos de extraños máquinas, basadas, como el resto de la obra de Leonardo, en la naturaleza.
http://www.elmundo.es/elmundo/2012/02/09/cultura/1328799802.html
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