El Museo Arqueológico de Sevilla acaba de inaugurar un nuevo espacio expositivo que recoge, por vez primera, el mundo tartéssico como una unidad cultural definida, con el atractivo del tesoro del Carambolo. Es la nueva estrella de un museo a veces estrellado
j. félix machuca
—Después de tantas noticias poco amables para el Museo esta es una bendición ¿verdad?
—Por supuesto. Pero hay noticias que son buenas, que genera el museo y que no llaman la atención.
—Era curioso comprobar cómo había multitud de publicaciones, documentales televisivos y ensayos científicos sobre Tartessos pero carecíamos de una sala definitiva donde se expusiera y definiera ese mundo entre el mito y la realidad…
—Sí, es así. Antes de esta sala monográfica se exponía la copia del tesoro en la sala de Prehistoria en lo que sería el ámbito de la protohistoria. Pero ahora hemos conseguido darle una entidad propia a todo el conjunto, piezas e investigaciones.
—En casi todos los museos mediterráneos el mundo griego, romano e islámico definen sus contenidos. La excepción es el mundo tartéssico. ¿Debe ser para el museo sevillano la singularidad?
—Sí, lo que ocurre es que las investigaciones continúan y hoy más que ayer se pone más de manifiesto el mestizaje entre tartessos y el mundo fenicio.
—¿Qué destacaría de ese nuevo espacio expositivo?
—El tesoro del Carambolo es el real, el auténtico y se queda ya en el museo. Pero además yo destacaría la reunión de piezas no expuestas anteriormente en la sala permanente. Y la accesibilidad.
—Permítame una frivolidad: ¿Tartesos era unos catetos antes de la llegada orientalizante?
—(risas) No, no lo creo. Era un pueblo sensible y capacitado técnicamente.
—Francisco Javier Benavides es el estudiante de la Escuela de Arte que ha ganado el premio de diseño expositivo para componer la escenografía de la nueva sala tartéssica ¿Por qué ganó?
—Por la viabilidad del proyecto y porque se ajustaba al modelo de exposición que teníamos en mente,
—Es loable vuestra iniciativa. Con muy poco costo se ajusta modélicamente un espacio y se le dan oportunidades a nuestros estudiantes para mostrar su talento…
—Evidentemente es una cuestión económica, pero también es reseñable la colaboración del museo con centros docentes para que los alumnos tengan marcos para hacer prácticas.
—Antes, cuando el dinero era barato y corría por las calles, cosas de este tipo se encargaban a empresas que cobraban un riñón y cuyos hitos no estaban a la altura de su caché económico.
—Hay casos en el que se pagan firmas. Pero es evidente que no rechazo el trabajo de profesionales con más experiencias. No obstante oportunidades como ésta para futuros profesionales son muy interesantes.
—¿Apostaría por este modelo de lo bueno, bonito y barato para otros espacios en el Arqueológico?
—Depende de la envergadura del proyecto.
—Por ejemplo: Roma es abundante y dispersa; El Islam hispano fragmentado. ¿Tiene solución expositiva en la misma dirección que la sala Tartessos?
—Actualmente con los espacios y medios que tenemos es difícil. La actual sala de Tartessos es un espacio diáfano y fácil para distribuir y compartimentar los espacios.
—Parece que la sala Tartessos se ha convertido, pese a los pocos días que lleva inaugurada, en la nueva estrella del Arqueológico…
—Es evidente. En dos días y medio desde la inauguración han pasado más de quinientas personas. Este fin de semana (por sábado y domingo) la cifra se multiplicará.
—Eso y el valor del tesoro del Carambolo expuesto ya permanentemente debe provocar cierta inquietud por su seguridad ¿no?
—No, no ninguna.
—¿Es completamente seguro el sistema que defiende el tesoro tartéssico para neutralizar a las bandas especializadas del Este?
—Si no hubiera un máximo de garantías el tesoro no se hubiera expuesto. De hecho se ha tardado este tiempo para conseguir las razones de seguridad exigibles.
—¿Podemos anunciar otro golpe de moral positivo para el Museo?
—Mediáticamente tartessos supone un golpe de moral. Pero este museo anualmente suma otras satisfacciones menos llamativas pero también con mucho eco popular.
La mano de Zeus
Licenciada en Historia del Arte, con un máster de museografía y exposiciones por la Complutense madrileña, jefa del Departamento de Difusión del Arqueológico sevillano, Emilia Morales vive, junto con el personal del Museo sevillano, días de vinos y rosas. Para un Museo que vive la tragedia griega de su eterna reforma, la definición de una sala expositiva para el mundo tartéssico ha sido un hito entre tanto revés. Una magnífica noticia que empaña la sombra de una inacabable obra. Confiesa tener predilección por la estatua votiva de Astarté y por la mano marmórea de Zeus. Detesta de esta ciudad su caos y la falta de civismo, lacras ambas tan mediterráneas según los clásicos. Lo que más le llega es nuestro patrimonio. Tan necesitado de la mano de Zeus…
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