Expertos en románico y periodistas acceden a la finca donde se encuentra la obra
Los técnicos de la Generalitat piden más tiempo para emitir un dictamen
José Ángel Montañés
“Es una obra original y de máxima importancia”. Para José Maria Pérez, Peridis,gran conocedor y divulgador del románico castellano, presidente de la fundación Santa María la Real, no hay duda: “El claustro de Palamós es románico y procede de Castilla, de algún lugar de Segovia o de Burgos. Se elaboró muy cerca de la cantera, por lo que esa es otra pista para buscar el lugar de origen de este claustro monumental, con algunos sillares casi ciclópeos, de proporciones mucho más grandes de lo que estoy acostumbrado a ver. El estado de conservación es bueno, pese a que la erosión y la humedad lo han dañado. La piscina le está haciendo mucho daño”.
Fue el diagnóstico de este dibujante y arquitecto durante la privilegiada visita realizada ayer por la mañana, junto a unos 60 periodistas. “Eso sí, tiene elementos más modernos que se reintegraron para darle forma y poderlo vender mejor”, remachó mientras terminaba uno de esos garabatos en los que, de forma esquemática y clara, recoge las formas de los edificios, casi siempre románicos, que se le ponen a tiro.
Más cauto se mostró el profesor de la Universidad de Girona, Gerardo Boto. El experto dio a conocer la existencia de este claustro desconocido para la comunidad científica y para la mayoría de los mortales. Es el mismo que le quita el sueño en los últimos tiempos y que, por fin, después de varios años de vanos intentos, pudo verlo sin fotografías de por medio.
Tras su primer contacto, no dudó en calificar el momento de “muy emotivo”. “Es como si estuviésemos viendo al hijo mayor del monasterio de Silos”, en referencia al monasterio con el que ha buscado paralelismos para este claustro. Tras lo cual, aseguró: “Mi impresión es positiva; el análisis visual puede ser concluyente, aunque quizá haría falta otro de las piedras”.
Sin embargo, la decisión última la dejó en manos de los técnicos de la Generalitat, un arquitecto y dos arqueólogos de la dirección general de Patrimonio Cultural. Inspeccionaron el jueves la obra para emitir un veredicto, en una fecha no precisada por la Generalitat. Los técnicos piden tiempo para realizar incluso un análisis de la piedra. Tras su visita solo ha trascendido que han asegurado que “ni es cartón piedra ni es de los años cincuenta”.
Boto paseó por la estructura, como queriendo retener todos los detalles. Para el investigador, son importantes la talla de la cuarentena de capiteles, la tipología, la morfología de las piedras, el tipo de las imágenes y, sobre todo, el emblema heráldico: el castillo del rey Alfonso VIII, escasamente representado. Son elementos definitorios que dan la clave para asegurar que la estructura es auténtica e incluso aventurar dos posibles orígenes, que, por ahora, Boto prefiere no desvelar.
El profesor sí destacó la protección llevada a cabo por los propietarios actuales, entre los que destacó el tejadillo de hierro corten que cubre la estructura en su parte superior y que impide que la humedad, en forma de agua o hielo, entre por la parte superior y destruya la piedra. También la labor realizada por la familia de Juan Manuel Ortiz, hijo del restaurador que dirigió los trabajos de montaje de esta estructura en un solar de Madrid a partir de 1931, tal y como publicó ayer EL PAÍS.
Peridis y Boto fueron de los pocos privilegiados que ayer pudieron ver, por primera vez el claustro, entre las 11.30 y las 13.00. La apertura se produjo tras el interés provocado por la publicación el pasado martes de la noticia en este diario. Una noticia que ha llevado a darle la vuelta a la situación en apenas unos días: de ser una construcción desconocida y prohibida, ha pasado a aparecer en medios de comunicación nacionales e incluso internacionales. Entre los cerca de sesenta periodistas que ayer esperaban turno para poder visitarlo en Mas del Vent, en la zona de La Fosca, se contaban algunos de distintos puntos de Europa.
Auténtico o no, el claustro es una imponente obra que sobrecoge realmente. Entre olivos, algarrobos y pinos, la estructura de arcos y piedra aparece tras andar una empinada cuesta en lo más alto de un montículo desde el que se ve el mar Mediterráneo. Parece que haya estado toda la vida allí. Dos de los lados están prácticamente intactos. En un tercero se mantiene en pie el arranque del arco central, mientras que el resto de capiteles reposan directamente sobre el basamento original. Allí se respira tranquilidad y una cierta religiosidad, aunque esta estructura esté obviamente desacralizada desde hace décadas.
Junto al claustro hay una gran masa de pinos que dificulta ver los cultivos ecológicos que han dado fama, ahora en un segundo plano, a esta enorme finca de 22 hectáreas, que gestiona la empresa Explotaciones Agrícolas y Forestales Brugarol, SA., una sociedad anónima de veinte socios entre los que está el dueño del claustro Kurt Engelhorn, quien, por cierto, vende sus exquisitos productos ecológicos con una etiqueta en la que aparecen dibujados los arcos del claustro.
Durante la visita se le echó de menos. En su ausencia, Josep Comas, abogado y presidente del consejo de administración de la empresa Explotaciones Agrícolas y portavoz de la propiedad, aseguró “no entender el interés suscitado y el revuelo que se ha producido por un claustro conocido por todos. La familia solo ha querido discreción y privacidad”. Cuando se le recordó que el profesor Boto llevaba dos años intentando entrar, reiteró que por parte de los dueños “nunca ha habido ningún impedimento y estas visitas así lo demuestran. La familia no está preocupa por la autenticidad o no”.
También aseguró no tener constancia de la solicitud por parte de la Generalitat para acceder hace tiempo. En cualquier caso, afirmó, aceptarán el dictamen y la posible catalogación como Bien de Interés Cultural por parte de la Generalitat. “Si hay que abrirlo al público, se hará”.
Comas desveló que la empresa conserva el contrato de compraventa del monumento a un particular de Madrid en julio de 1958 en el que consta que se compró por un millón de pesetas. Un precio bastante bajo si se tiene en cuenta que fue puesto a la venta en 1936 por cinco millones que bajaron a 3,5 después de la guerra, en 1939.
Cuando Comas aseguró que era conocido “por todos”, debía de referirse a los asistentes a celebraciones y fiestas dadas por los propietarios en los “que se servían caterings de Ferran Adrià y Joan Roca”, según relató. Pero no a los habitantes de Palamós, ya que casi nadie, aparentemente, en esta localidad veraniega de la Costa Brava, sabía de la presencia de esta cada vez más probable joya románica en su municipio
Ni siquiera Magali, que trabaja en la gasolinera situada junto a una de las entradas de la finca. “Si es para dar más vida a Palamós es bueno, pero no tenía ni idea, y eso que por aquí pasa mucha gente”. Lo mismo aseguró Joan, dueño de la licorería Morera. “No sabía nada hasta anteayer, y eso que me hubiera gustado”, explicaba este historiador que lleva el negocio familiar. “Cuando hice la carrera todos los trabajos estaban relacionados con cosas de la historia y el patrimonio. Me hubiera gustado”, y puntualiza: “Si es de fuera y no se compró legalmente habría que devolverlo”. Sí lo conocía José, un joven que afirma haberse colado en la finca, “cuando era más pequeño” para coger espárragos. “Pero nunca le di importancia a estas piedras”.
La noticia ha causado enorme expectación estos días. “Se venden más periódicos y salimos en las teles casi a diario, dicen Ramón y Carlos, padre e hijo que regentan un quiosco en el paseo de la localidad que lentamente y mientras se acerca el verano empieza a llenarse de turistas. Ramón también dirige una peluquería de caballeros. “Es sorprendente pero nadie sabía nada hasta esta semana, pero ahora el tema de conversación siempre es el mismo: el claustro. Al final va a ser más famoso que nuestras gambas. Bueno, espero que no”, dice riéndose. Todos coinciden en que habría que abrirlo al público y así poderlo visitar.
http://cultura.elpais.com/cultura/2012/06/08/actualidad/1339184485_906229.html
Fue el diagnóstico de este dibujante y arquitecto durante la privilegiada visita realizada ayer por la mañana, junto a unos 60 periodistas. “Eso sí, tiene elementos más modernos que se reintegraron para darle forma y poderlo vender mejor”, remachó mientras terminaba uno de esos garabatos en los que, de forma esquemática y clara, recoge las formas de los edificios, casi siempre románicos, que se le ponen a tiro.
La clave está en los capiteles
No parece haber duda de que en el conjunto de estilo románico que aguardaba olvidado en la finca de Palamós Mas del Vent no todo es auténtico... ni tampoco falso. Las columnas lucen un aspecto más moderno, por esa razón lo más interesante saldrá del estudio de los adornos con motivos florales o fantásticos de los capiteles.Tras su primer contacto, no dudó en calificar el momento de “muy emotivo”. “Es como si estuviésemos viendo al hijo mayor del monasterio de Silos”, en referencia al monasterio con el que ha buscado paralelismos para este claustro. Tras lo cual, aseguró: “Mi impresión es positiva; el análisis visual puede ser concluyente, aunque quizá haría falta otro de las piedras”.
Sin embargo, la decisión última la dejó en manos de los técnicos de la Generalitat, un arquitecto y dos arqueólogos de la dirección general de Patrimonio Cultural. Inspeccionaron el jueves la obra para emitir un veredicto, en una fecha no precisada por la Generalitat. Los técnicos piden tiempo para realizar incluso un análisis de la piedra. Tras su visita solo ha trascendido que han asegurado que “ni es cartón piedra ni es de los años cincuenta”.
Boto paseó por la estructura, como queriendo retener todos los detalles. Para el investigador, son importantes la talla de la cuarentena de capiteles, la tipología, la morfología de las piedras, el tipo de las imágenes y, sobre todo, el emblema heráldico: el castillo del rey Alfonso VIII, escasamente representado. Son elementos definitorios que dan la clave para asegurar que la estructura es auténtica e incluso aventurar dos posibles orígenes, que, por ahora, Boto prefiere no desvelar.
El profesor sí destacó la protección llevada a cabo por los propietarios actuales, entre los que destacó el tejadillo de hierro corten que cubre la estructura en su parte superior y que impide que la humedad, en forma de agua o hielo, entre por la parte superior y destruya la piedra. También la labor realizada por la familia de Juan Manuel Ortiz, hijo del restaurador que dirigió los trabajos de montaje de esta estructura en un solar de Madrid a partir de 1931, tal y como publicó ayer EL PAÍS.
Peridis y Boto fueron de los pocos privilegiados que ayer pudieron ver, por primera vez el claustro, entre las 11.30 y las 13.00. La apertura se produjo tras el interés provocado por la publicación el pasado martes de la noticia en este diario. Una noticia que ha llevado a darle la vuelta a la situación en apenas unos días: de ser una construcción desconocida y prohibida, ha pasado a aparecer en medios de comunicación nacionales e incluso internacionales. Entre los cerca de sesenta periodistas que ayer esperaban turno para poder visitarlo en Mas del Vent, en la zona de La Fosca, se contaban algunos de distintos puntos de Europa.
Auténtico o no, el claustro es una imponente obra que sobrecoge realmente. Entre olivos, algarrobos y pinos, la estructura de arcos y piedra aparece tras andar una empinada cuesta en lo más alto de un montículo desde el que se ve el mar Mediterráneo. Parece que haya estado toda la vida allí. Dos de los lados están prácticamente intactos. En un tercero se mantiene en pie el arranque del arco central, mientras que el resto de capiteles reposan directamente sobre el basamento original. Allí se respira tranquilidad y una cierta religiosidad, aunque esta estructura esté obviamente desacralizada desde hace décadas.
Junto al claustro hay una gran masa de pinos que dificulta ver los cultivos ecológicos que han dado fama, ahora en un segundo plano, a esta enorme finca de 22 hectáreas, que gestiona la empresa Explotaciones Agrícolas y Forestales Brugarol, SA., una sociedad anónima de veinte socios entre los que está el dueño del claustro Kurt Engelhorn, quien, por cierto, vende sus exquisitos productos ecológicos con una etiqueta en la que aparecen dibujados los arcos del claustro.
Durante la visita se le echó de menos. En su ausencia, Josep Comas, abogado y presidente del consejo de administración de la empresa Explotaciones Agrícolas y portavoz de la propiedad, aseguró “no entender el interés suscitado y el revuelo que se ha producido por un claustro conocido por todos. La familia solo ha querido discreción y privacidad”. Cuando se le recordó que el profesor Boto llevaba dos años intentando entrar, reiteró que por parte de los dueños “nunca ha habido ningún impedimento y estas visitas así lo demuestran. La familia no está preocupa por la autenticidad o no”.
También aseguró no tener constancia de la solicitud por parte de la Generalitat para acceder hace tiempo. En cualquier caso, afirmó, aceptarán el dictamen y la posible catalogación como Bien de Interés Cultural por parte de la Generalitat. “Si hay que abrirlo al público, se hará”.
Comas desveló que la empresa conserva el contrato de compraventa del monumento a un particular de Madrid en julio de 1958 en el que consta que se compró por un millón de pesetas. Un precio bastante bajo si se tiene en cuenta que fue puesto a la venta en 1936 por cinco millones que bajaron a 3,5 después de la guerra, en 1939.
Cuando Comas aseguró que era conocido “por todos”, debía de referirse a los asistentes a celebraciones y fiestas dadas por los propietarios en los “que se servían caterings de Ferran Adrià y Joan Roca”, según relató. Pero no a los habitantes de Palamós, ya que casi nadie, aparentemente, en esta localidad veraniega de la Costa Brava, sabía de la presencia de esta cada vez más probable joya románica en su municipio
Ni siquiera Magali, que trabaja en la gasolinera situada junto a una de las entradas de la finca. “Si es para dar más vida a Palamós es bueno, pero no tenía ni idea, y eso que por aquí pasa mucha gente”. Lo mismo aseguró Joan, dueño de la licorería Morera. “No sabía nada hasta anteayer, y eso que me hubiera gustado”, explicaba este historiador que lleva el negocio familiar. “Cuando hice la carrera todos los trabajos estaban relacionados con cosas de la historia y el patrimonio. Me hubiera gustado”, y puntualiza: “Si es de fuera y no se compró legalmente habría que devolverlo”. Sí lo conocía José, un joven que afirma haberse colado en la finca, “cuando era más pequeño” para coger espárragos. “Pero nunca le di importancia a estas piedras”.
La noticia ha causado enorme expectación estos días. “Se venden más periódicos y salimos en las teles casi a diario, dicen Ramón y Carlos, padre e hijo que regentan un quiosco en el paseo de la localidad que lentamente y mientras se acerca el verano empieza a llenarse de turistas. Ramón también dirige una peluquería de caballeros. “Es sorprendente pero nadie sabía nada hasta esta semana, pero ahora el tema de conversación siempre es el mismo: el claustro. Al final va a ser más famoso que nuestras gambas. Bueno, espero que no”, dice riéndose. Todos coinciden en que habría que abrirlo al público y así poderlo visitar.
http://cultura.elpais.com/cultura/2012/06/08/actualidad/1339184485_906229.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario