Cuando decenas de autoridades y periodistas empezaron a marcharse de la Alhambra, cientos de turistas entraban con curiosidad y sorpresa en el nuevo Patio de los Leones, reabierto este viernes después de una década de trabajos de restauración.
El mármol brillante hacía que el día soleado iluminara la fuente desde cualquier perspectiva. La imagen histórica del patio volvía a la Alhambra cinco siglos después, en una extraña suerte de revelación que asombró a todos. De ese modo, el monumento nazarí recuperaba una de sus imágenes más celebradas, la del patio tal y como lo concibió el sultán Muhammad V en el siglo XIV como casa real nazarí, y tal y como fue relatado por los primeros cronistas de la época. El cambio del tradicional suelo de chinos al que todos estaban acostumbrados por la espectacular solería de mármol blanco de Macael permitía ayer a los visitantes acceder hasta la misma fuente, lo que resultaba imposible desde la última remodelación de la zona en los años noventa. De ese modo, los visitantes pudieron ver al detalle los leones, que comenzaron a ser retirados en 2002 para eliminar las gruesas costras calcáreas, detener la invasión de elementos biológicos, consolidar roturas de diverso origen y desprender elementos metálicos y adherencias muy perjudiciales como el cemento. Esa sería la descripción técnica del trabajo realizado sobre la fuente.
Una menos prosaica destacaría la recuperación de detalles antes imperceptibles: las fauces con dentaduras afiladas y pliegues muy marcados, sus nuevas y distintas orejas e incluso una lágrima que permanece quieta en el rostro de uno de los felinos. En ella se detuvo María del Mar Villafranca, directora del Patronato de la Alhambra y el Generalife de Granada, mientras explicaba a las autoridades algunos aspectos de los trabajos. Entre ellos, el presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, quien se mostró sorprendido por el resultado de la restauración e incluso se atrevió a afirmar que se encontraba en el que tal vez sea “el monumento más importante de España y hasta de Europa”.
Griñán quiso destacar que la intervención ha sido llevada a cabo por un equipo multidisciplinar “netamente andaluz”, con más de un centenar de profesionales especializados y técnicos de las universidades de Granada, Córdoba y Sevilla. Desde hacía siglos existía la creencia de que el patio había sido originalmente un jardín. Durante las diferentes catas arqueológicas que se realizaron antes de comenzar los trabajos aquella hipótesis quedó descartada. La superficie de la roca subyacente hacía inviable la existencia de un espesor mínimo de tierra vegetal, por lo que fue necesario realizar un estudio exhaustivo de la documentación histórica para conocer la solería original.
En 1492, el humanista austriaco Jerónimo Münzer describió por primera vez el patio como una solería de mármol blanco y una fuente central con una taza. Ochos años después, Antonio Lalaing dejó constancia de la misma configuración con la salvedad de que habían sido añadidos seis naranjos. Diferentes fuentes refieren que a finales del siglo XVII el complejo sufrió una importante remodelación. El suelo pasó a ser de cerámica en espiga con colores azul, blanco, verde y negro.
En 1770, el hispanista inglés Henry Swinburne visitó la Alhambra. En 1779 publicó el libro Viaje alrededor de España, en el que se adentra en sus monumentos principales. Swinburne describe el Patio de los Leones con gran precisión y pueden apreciarse nuevos cambios en la solería, esta vez compuesta por cerámica en espiga con piezas cocidas y vidriados en azul y blanco.
Ya durante la ocupación francesa, en 1810, el general Sabastiani ordenó retirar el pavimento y plantar un jardín con rosas, jazmines y arrayanes. Fue necesario rellenar de tierra natural los cuadrantes y emplear maceteros. En la segunda mitad del siglo XIX los jardines fueron eliminados y se recuperaron los niveles originales en las galerías con la disposición de baldosas de cerámica ochavadas con olambrillas verdes, blancas y azules. En los intercolumnios se regresó al mármol.
En 1974 se decidió volver a plantar diferentes especies en los cuadros del patio. Entre las elegidas se encontraban geranios y rosas. En 1987, se cambió de opinión y se optó por un acabado en gravilla procedente del río Guadalquivir a su paso por Mengíbar. Pese al gran número de intervenciones realizadas en el patio ha sido imposible encontrar restos de pavimentación, ya que en la remodelación ejecutada por el arquitecto conservador Modesto Cendoya a principios del siglo XX fueron vaciados los cuatro cuadrantes, lo que eliminó cualquier sustrato arqueológico.
El mármol brillante hacía que el día soleado iluminara la fuente desde cualquier perspectiva. La imagen histórica del patio volvía a la Alhambra cinco siglos después, en una extraña suerte de revelación que asombró a todos. De ese modo, el monumento nazarí recuperaba una de sus imágenes más celebradas, la del patio tal y como lo concibió el sultán Muhammad V en el siglo XIV como casa real nazarí, y tal y como fue relatado por los primeros cronistas de la época. El cambio del tradicional suelo de chinos al que todos estaban acostumbrados por la espectacular solería de mármol blanco de Macael permitía ayer a los visitantes acceder hasta la misma fuente, lo que resultaba imposible desde la última remodelación de la zona en los años noventa. De ese modo, los visitantes pudieron ver al detalle los leones, que comenzaron a ser retirados en 2002 para eliminar las gruesas costras calcáreas, detener la invasión de elementos biológicos, consolidar roturas de diverso origen y desprender elementos metálicos y adherencias muy perjudiciales como el cemento. Esa sería la descripción técnica del trabajo realizado sobre la fuente.
Una menos prosaica destacaría la recuperación de detalles antes imperceptibles: las fauces con dentaduras afiladas y pliegues muy marcados, sus nuevas y distintas orejas e incluso una lágrima que permanece quieta en el rostro de uno de los felinos. En ella se detuvo María del Mar Villafranca, directora del Patronato de la Alhambra y el Generalife de Granada, mientras explicaba a las autoridades algunos aspectos de los trabajos. Entre ellos, el presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, quien se mostró sorprendido por el resultado de la restauración e incluso se atrevió a afirmar que se encontraba en el que tal vez sea “el monumento más importante de España y hasta de Europa”.
Griñán quiso destacar que la intervención ha sido llevada a cabo por un equipo multidisciplinar “netamente andaluz”, con más de un centenar de profesionales especializados y técnicos de las universidades de Granada, Córdoba y Sevilla. Desde hacía siglos existía la creencia de que el patio había sido originalmente un jardín. Durante las diferentes catas arqueológicas que se realizaron antes de comenzar los trabajos aquella hipótesis quedó descartada. La superficie de la roca subyacente hacía inviable la existencia de un espesor mínimo de tierra vegetal, por lo que fue necesario realizar un estudio exhaustivo de la documentación histórica para conocer la solería original.
En 1492, el humanista austriaco Jerónimo Münzer describió por primera vez el patio como una solería de mármol blanco y una fuente central con una taza. Ochos años después, Antonio Lalaing dejó constancia de la misma configuración con la salvedad de que habían sido añadidos seis naranjos. Diferentes fuentes refieren que a finales del siglo XVII el complejo sufrió una importante remodelación. El suelo pasó a ser de cerámica en espiga con colores azul, blanco, verde y negro.
En 1770, el hispanista inglés Henry Swinburne visitó la Alhambra. En 1779 publicó el libro Viaje alrededor de España, en el que se adentra en sus monumentos principales. Swinburne describe el Patio de los Leones con gran precisión y pueden apreciarse nuevos cambios en la solería, esta vez compuesta por cerámica en espiga con piezas cocidas y vidriados en azul y blanco.
Ya durante la ocupación francesa, en 1810, el general Sabastiani ordenó retirar el pavimento y plantar un jardín con rosas, jazmines y arrayanes. Fue necesario rellenar de tierra natural los cuadrantes y emplear maceteros. En la segunda mitad del siglo XIX los jardines fueron eliminados y se recuperaron los niveles originales en las galerías con la disposición de baldosas de cerámica ochavadas con olambrillas verdes, blancas y azules. En los intercolumnios se regresó al mármol.
En 1974 se decidió volver a plantar diferentes especies en los cuadros del patio. Entre las elegidas se encontraban geranios y rosas. En 1987, se cambió de opinión y se optó por un acabado en gravilla procedente del río Guadalquivir a su paso por Mengíbar. Pese al gran número de intervenciones realizadas en el patio ha sido imposible encontrar restos de pavimentación, ya que en la remodelación ejecutada por el arquitecto conservador Modesto Cendoya a principios del siglo XX fueron vaciados los cuatro cuadrantes, lo que eliminó cualquier sustrato arqueológico.
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/07/27/andalucia/1343408052_392699.html
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